2024

Todos los 31, en la última tarde del año, leo poemas. De esas lecturas sale algo que compongo en un saludo de año nuevo con alguna foto tomada ese año. Es mi pequeño ritual que luego comparto.

Los años

Siento el paso del tiempo en el dolor en el cuerpo, el zumbido de los oídos, el cansancio mayor.

También lo siento cuando cuento 10 años desde ese 2013 que fue mi annus horribilis.

Te extraño siempre, hermosa Beatriz.

26 de mayo

En 1984 en la inauguración de la Sala Josefina Plá del Museo del Barro.

Hoy es 26 de mayo, madre y yo te agradezco que siempre me hayas llevado contigo.

10 años

La primera foto fue tomada en una exposición en 1990 aproximadamente, me agarraba en las exposiciones y me retenía a su lado mientras un mundanal de gente se le acercaba a hablar. Yo solo escuchaba, nunca me fue fácil retener todos esos nombres. Había cosas de ese mundo que me gustaban, otras que no tanto. Más o menos lo mismo que ahora.

La siguiente foto es de hoy, cuando se cumplen 10 años desde que no compartimos una comida, un vino. Lo hicimos hoy con esos dos amigos tuyos que son mi herencia más preciada. Cociné un pollo que te hubiera gustado porque era cítrico y tenía cierto dulzor. No hay día que falte alguna de forma de tu presencia, padre.

9

Hay algo en ese número de años que da mucho. Y hay una sensación de corta distancia. No sé. Será tu presencia madre, en las maneras de tu hijo, en el rostro de tu hija. En la voz que resuena cuando se sabe del propio error. En la mirada a través de la tuya, esa mirada que se trata de retomar cuando se la necesita tanto.

la voz

Son nueve años ya desde que escucho la voz de mi padre en mi cabeza e imagino qué diría, qué haría, qué me diría en ciertas situaciones. Hace unos meses pienso que me reclamaría una curaduría realizada solo con textiles, y sonrío.

Me escribiste un día con la frase de Neruda: «Para sobrevivirme te forjé como un arma», no sé si seré un arma torpe, pero siento tu fuerza en la voz tuya que me habita.

Como si fuera que no nos hace falta gente así


Hoy fui a despedirme un rato de Charles. De ida y de vuelta me acordé de cuando lo conocí, creo que fue en lo de Anibal Cardozo, infaltable allí Sergio Cáceres, creo que también estaba Nico Granada. Cuando eso el seminario ya existía pero ni él ni Enio, su hermano, todavía lo integraban. Le entregué mi primer ensayito, una cosa muy primaria que él leyó y cuya devolución me dio un poco de seguridad. Anotó cosas y recuerdo que dijo algo como que allí había una bella tesis. Era una cosa muy retórica la que había escrito, pero que haya dicho algo relacionado a la belleza para mí fue importante.

Fuimos compañeros en el seminario Espacio/Crítica durante algunos años, su agudeza allí se notaba, levantó la vara, sin dudas, con esa voz pausada, una voz que intentaba pasar desapercibida.

Luego, cuando empecé a coordinar los seminarios, accedió siempre a dar charlas, generosamente. De todo hablaba con solvencia y sin aspavientos. Se notaba una sensibilidad particular. Fue recién después que me enteré de que además era músico y hace poco, de su pasión por la pintura. Aunque alguna vez me había comentado de su alejamiento con respecto a la filosofía del arte, quizá haya sido esa tan solo una fase.

Últimamente hablábamos poco y siempre las charlas se circunscribieron al ámbito profesional y académico. Yo quería que se integrase al ISA, y a la Maestría que queremos sacar.

Estoy enojada, como si no nos hiciera falta gente así.

Para la gente que lo quiera leer, comparto su página de Academia.edu: Charles Quevedo | Independent Researcher – Academia.edu

También comparto esta foto que encontré hoy entre los archivos del seminario, porque lo quiero recordar así (en la foto también me encuentro con Miguel, otra pérdida).

Seminario Espacio/Crítica, Biblioteca del Juan de Salazar, 2011. En la foto de izquierda a derecha, Santiago Montiel, Lia Colombino, Charles Quevedo, Paulo López, Miguel Méndez, Sergio Cáceres.

La puntualidad de las fechas

Es una obviedad pero eso no le resta contundencia, las fechas llegan, puntuales. Hoy el padre hubiera contado 84 años. Sigue despertando amores y odios sempiternos, y eso lo revive todos los días un poco. Porque el amor y el odio se parecen mucho y mantienen esa fuerza que supo ser, ese latido que no cesa.

Por ese latido, por esa fuerza, brindo.

10.09

Ayer pasé por el manaka que florece siempre por estas fechas. Le tomé una foto pensando en que hoy se cumplen ocho años de tu encuentro con el fuego. Ese fuego que te llevó a todos lados, porque estás en todo lo que hago y lo que miro.

El otro día me miré al espejo y te vi, y fue triste, porque no eras vos.

Hoy saqué esas tacitas de flores que guardabas, están allí puntuales, igual que manaká florido de septiembre.