Recordé

Y entonces, recordé a Zenón en el Opus Nigrum de Yourcenar:

Hay que querer a alguien para percatarse de cuán escandaloso es que la criatura muera…

En todos estos días, meses, se me ha repetido que la muerte es algo esperable.

Y la verdad es que yo no «espero» la muerte. No espero ni la mía. Esperar algo que irremediablemente llegará se me hace, por lo menos, inútil. Quiero creer que lo que hacemos, todos los días un poco, con estas cosas que inventamos para ser en el mundo es burlar la muerte. Con gestos mínimos, quizá imperceptibles.

Yo esperaba, si se me permite la utopía, que estos padres míos vivieran un poco más. Todos los padres son especiales, lo sé. Pero estos que me tocaron fueron generosos al darse. Hicieron de su lugar un lugar un poco mejor, ensancharon ese espacio que no es infierno dentro del infierno, ese del que habla Italo Calvino. Entonces el vacío es grande, porque es un vacío que se siente colectivo.

Y son muertes escandalosas, todas las muertes lo son. Y esperar un escándalo sería negarle toda posibilidad de ser eso mismo, un escándalo.

Ahora queda la parte más banal de la cosa, abrir roperos y vaciar casas. Y los infinitos papeleos por los que hay que transitar para poner en orden la muerte de alguien.

Padre, llevo tus manos en mis manos.

Madre, llevo tu nombre en mi nombre.

El arraigo

“Mi madre murió en el momento en que yo nací, y así, durante toda mi vida, no hubo nunca nada entre yo y la eternidad”.

Jamaica Kincaid

No fue en el momento en el cual nací, pero hoy se siente algo suelto. Soy yo lo suelto. Algo que no tiene arraigo.